La Caida del Modelo Economico Chileno
Hace un año expuse una conferencia en Enade donde sostuve la crisis
de legitimidad del modelo económico y señalé cómo esta condición, mal
canalizada políticamente, había arrastrado a la institucionalidad y al
sistema político, acabando con las estructuras transicionales y abriendo
un escenario de reconfiguración. Hace seis meses vieron la luz dos
libros orientados a profundizar en este análisis: “El Derrumbe del
Modelo” y “No al Lucro”, que intentan explicar los fundamentos sociales,
históricos y el rol catalizador de los movimientos sociales en este
proceso. Desde entonces la derecha ha sido sistemática en el ataque a
estas argumentaciones, incluyendo siempre que pudieron a intelectuales
relativamente lejanos a sus posiciones (Navia, Peña, por ejemplo) para
darle un sentido objetivo a sus rabiosas reticencias.
El tiempo ha pasado y con él se han consolidado rasgos: vivimos una
era de impugnación política, abstención electoral, agenda pública
incontrolable para las autoridades, irrelevancia del Congreso Nacional,
entre otros rasgos. No obstante la evidencia, la derecha continúa día a
día la labor de negar la realidad. Durante la última semana,
coincidiendo con una Enade orientada a dar cuenta de las capacidades de
reforma y rearticulación del modelo económico, institucional y político;
se han multiplicado las argumentaciones en contra de mi diagnóstico.
Creo que es un buen momento, luego de muchos meses donde no me he
referido al punto, para concentrar la mirada en aquellas argumentaciones
en contra que resultan más frecuentes y probablemente más interesantes.
Numeraré entonces los tres argumentos más frecuentes contra el diagnóstico del derrumbe del modelo.
Primer argumento en contra del derrumbe del modelo: los ciudadanos no odian el modelo, sólo quieren estar más integrados.
Primer argumento en contra del derrumbe del modelo: los ciudadanos no odian el modelo, sólo quieren estar más integrados.
La mejor enunciación de este argumento se encuentra en una editorial
de El Mercurio que sintetiza brillantemente esta visión. Cito:
“¿Es Chile un país de gente indignada, rabiosa y profundamente
frustrada, con graves problemas políticos e institucionales, como
afirman algunos, o es un país lleno de aspiraciones de emerger, de
mejorar sus condiciones de vida y la educación de sus hijos, en activa
búsqueda de nuevas oportunidades de desarrollo personal y familiar?”
Esta es la pregunta que se realiza El Mercurio en su sección editorial
“La Semana Política” del domingo 2 de diciembre de 2012.
Esta argumentación tiene una segunda versión, que incluso permea
ciertos sectores de izquierda que tienen la costumbre de molestarse cada
vez que se abre un escenario histórico donde efectivamente puedan
ganar. Lo que se señala es que la gente sigue comprando lo mismo e
incluso más que antes, que sólo quieren ir al mall más veces por semana.
Ambas impugnaciones no se percatan que reafirman el argumento que
creen contradecir. Con un poco de sentido sociológico, será fácil notar
que en la historia de las sociedades, la población que habita en un
orden social no hace juicios deseando un modelo u otro. Esa es una
discusión intelectual. A nivel masivo, la mayor parte de las personas
desean una mayor integración en los beneficios y una mayor mitigación o
exclusión de los perjuicios. Los modelos exitosos logran altos niveles
de integración en los beneficios o tienen la conquista ideológica
correspondiente: que la población sienta que su realidad es integrada
(la Iglesia medieval integraba en la fe y no necesitaba ninguna
realidad) o que en el futuro próximo llegará la integración en los
beneficios (el modelo chileno durante los años noventa y los primeros
años del siglo XXI).
El modo de integración en Chile ha sido ideológico (el “mito” de
Moulián). El desarrollo estaba por venir y todos íbamos a disfrutar los
beneficios. Pero ese repertorio ideológico se desplomó. La Encuesta
Bicentenario de la Universidad Católica muestra los siguientes datos:
¿Cuál es la probabilidad de? | Año 2009 | Año 2011 | Año 2012 |
Que un joven inteligente, pero sin recursos, pueda ingresar a la universidad: | 52% | 45% | 36% |
Que cualquier persona pueda iniciar su negocio y establecerse independientemente: | 51% | 43% | 31% |
Que alguien que tiene una empresa pequeña pueda convertirla en una empresa grande y exitosa: | 49% | 40% | 32% |
Que una persona de clase media pueda llegar a tener una muy buena posición económica: | 49% | 34% | 29% |
Que un pobre salga de la pobreza: | 27% | 17% | 17% |
La fantasía de un modelo que integra en los beneficios se ha
desvanecido. El afán integrativo es un requerimiento muy fuerte en las
sociedades y todos luchamos por integrarnos. Como no existe hoy otro
modelo en funcionamiento, lo que acontece es que la crisis de
integración en los beneficios se traduce en compulsión integrativa. Y
los chilenos compramos. Y más todavía que antes. El consumo crece por
cifras muy sobre la producción. Igual que en un divorcio, antes de que
sea definitivo, abundan los esfuerzos reconstructivos, los viajes, las
cenas. A menos que haya un tercero (otro modelo en oferta en lo social,
otra pareja posible en el caso personal). Y esto aún no ha ocurrido.
Entonces, efectivamente los ciudadanos simplemente quieren estar más
integrados. El asunto es que este modelo no permite integración y que,
de hecho, cuando hay procesos participativos y mayor inclusión,
inmediatamente el modelo político y económico tiembla. Nuestro modelo de
sociedad está basado en la asimetría, no se le puede inyectar igualdad e
integración sin cambiarlo.
Segundo argumento en contra del derrumbe del modelo: no existe crisis institucional
Este argumento es ostensiblemente el más débil, pero es muy
frecuente. Se basa en la mera negación y en recurrir al viejo imaginario
chileno sobre las instituciones fuertes y la comparación, más mítica
que científica, con una América Latina des institucionalizada. Este año
ni el Congreso Nacional ni La Moneda manejan la agenda pública, ha
habido conflicto del gobierno con los tribunales de justicia, fiscalía,
la Cepal. Se cayó la credibilidad del Servicio Electoral, del Servicio
de Impuestos Internos con el perdonazo a Johnson’s y de la Comisión de
Acreditación. La Iglesia reconoció un país con crisis institucional y
culpó de ello a la pérdida espiritual que significa la búsqueda del mero
lucro. A nadie convencen las aprobaciones sanitarias de las autoridades
y la desconfianza ante cada nueva obra de “desarrollo” es constante. No
sólo hay desconfianza en las instituciones, sino incluso en los
instrumentos que las miden, como ha quedado en evidencia con los
problemas de Adimark.
La estrategia más utilizada para sostener que no hay crisis
institucional es matar al mensajero. El diputado Burgos preguntó en un
canal de televisión cómo era posible que invitaran a alguien que ponía
en entredicho las instituciones, en alusión al diagnóstico que hice en
ese instante. Misma cosa dijo Marcela Cubillos en Enade, señalando que
cómo era posible que en 2011 hubiesen abierto ese escenario a visiones
que señalan que las instituciones se derrumban.
Tercer argumento en contra del derrumbe del modelo: El país
crece y es el mejor de América Latina para nacer, ¿cómo puede estar el
modelo en crisis?
Este es el argumento que a primera vista parece más sólido, pero que
una reflexión sencilla muestra que es la prueba más evidente del proceso
de derrumbe del modelo que estamos viviendo. Imagine usted que a
Sampaoli (vale con cualquier técnico exitoso) lo hubiesen recibido, al
día siguiente de ganar la Copa Sudamericana o luego del tricampeonato,
con naranjazos por las calles, protestas, solicitudes de que renuncie,
en fin. Es decir, supongamos que sus resultados son excelentes y que a
usted lo odian. Pues bien, eso es justamente lo que está pasando en
Chile. Los resultados que son relevantes para los que gestionan el
modelo, son espectaculares: crecimiento alto, bajo desempleo, consumo en
aumento, alta inversión, en fin. Pero resulta que los chilenos dejaron
de creer en los indicadores, los consideran crecientemente engañosos o
al menos impertinentes. Los chilenos ven esa realidad, la de las
autoridades, pero la consideran fantasmagórica, dudosa, impugnable,
probablemente sucia y manipulada.
Volvamos al ejemplo futbolístico. Imaginemos entonces que los hinchas
de la U odiaban a Sampaoli mientras ganaba y ganaba. Imaginemos lo que
ocurriría cuando perdiera. El mejor ejemplo del derrumbe del modelo es
que en un ciclo exitosísimo, hay evidencia de alto malestar social, de
impugnación al modelo y a sus representantes. ¿Qué pasaría si los datos
empeoran? Efectivamente, se proyecta que los años próximos no serán tan
prósperos. Si es odiado con el consumo creciendo al 7%, ¿qué pasará si
ya no es posible consumir a ese ritmo?
No es fácil lograr tener una crisis de legitimidad en medio de buenos
resultados. El sistema político chileno y el mundo empresarial lo
lograron. Los éxitos de sus resultados son el mejor ejemplo de lo
profunda que es la crisis de legitimidad que les inunda. Creen que
taparán el sol con un dedo señalando que hay que reconstruir el relato,
creyendo (o deseando) que el error es comunicacional. Pero el problema
es social. Los movimientos sociales parecían permitir que, a través de
un proceso, se juntasen nuevamente lo social y lo político. Pero el
sistema de partidos se ha alejado radicalmente de la ciudadanía y ha
producido un quiebre total, más severo que antes de las movilizaciones.
Las leyes que rigen el espacio de los partidos ya no son las mismas que
rigen el espacio de lo social. Los aplausos en un sitio, pueden ser las
pifias en el otro. El problema no está en el relato, sino en el espíritu
del modelo, que es algo mucho más profundo. Milan Kundera señala que
cuando en un imperio desaparece la idea sobre la cual ha sido
construido, el imperio perecerá. Y es efectivo. Todo orden político y
social requiere una idea central. En el modelo económico chileno la idea
central fue el emprendimiento individual, la apuesta a la acción
privada y el carácter constructivo de la búsqueda del lucro. El modelo
político ha sido la arquitectura que sostenía esta filosofía. Hoy
estamos presenciando cada día el carácter agónico de este espíritu. Eso
es lo que he llamado el derrumbe del modelo, que sigue su curso
inalterable.
Alberto Mayol publicado en El Mostrador 04.12.2012
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